El reino marroquí ha dado un paso gigantesco al lanzar la obra del Gran Stade Hassan II, el futuro estadio de fútbol más grande del mundo. Con una capacidad prevista de 115.000 espectadores, el recinto no solo supera a los gigantes europeos, sino que también se plantea como la opción más atractiva para albergar la final de la Copa Mundial 2030.

Una apuesta histórica tras décadas de intentos fallidos

Desde la década de los 80, Marruecos ha presentado al menos cinco candidaturas para organizar la Copa del Mundo, todas rechazadas por la FIFA. El triunfo llegó en octubre de 2023, cuando la entidad global concedió al país el derecho de co‑organizar el centenario torneo junto a España y Portugal. Sin embargo, la monarquía no se conformó con ser un co‑anfitrión secundario; la visión es clara: que el partido decisivo se juegue en suelo marroquí.

Para lograrlo, el gobierno ha destinado unos 5.000 millones de dirhams (cerca de 500 millones de dólares) a la construcción del nuevo estadio, una cifra que refleja la determinación de Marruecos por posicionarse como eje del fútbol mundial en la próxima década.

Diseño, ubicación y funcionalidad: una obra de arte estructural

El proyecto está a cargo de los despachos internacionales Populous y la firma marroquí Oualalou + Choi. Ambos han inspirado el concepto en la tradición de los moussem, festivales donde se montan grandes carpas de tejido translúcido. El techo del estadio, una malla de aluminio ligera, actúa como una gran carpa moderna que filtra la luz del sol y reduce la carga térmica, al tiempo que recuerda la arquitectura vernácula de los pueblos bereberes.

Debajo de ese dosel se ha planeado una zona verde de oasis, una solución que combina estética y sostenibilidad, reduciendo la huella de carbono del edificio y ofreciendo un espacio de recreación para los visitantes fuera de los partidos.

Ubicado en Benslimane, a unos 40 km al norte de Casablanca, el complejo ocupará cerca de 100 hectáreas. La distancia del centro urbano ha generado cierto debate, pero las autoridades ya han bosquejado un plan de infraestructuras de transporte: carreteras ampliadas, una línea de alta velocidad que conectará directamente con la capital y, a futuro, una posible extensión del metro de Casablanca que llegue hasta la zona del estadio.

El recinto no será sólo una estructura para el Mundial. Se concibe como el nuevo estadio nacional, sustituyendo al tradicional Stade Mohammed V. Equipos emblemáticos como el Wydad AC y el Raja CA, cuyas rivalidades en el clásico de Casablanca dividen a la afición, trasladarán sus partidos a este estadio, garantizando una asistencia constante y una atmósfera vibrante.

Impacto social, económico y cultural

Impacto social, económico y cultural

El Gran Stade Hassan II se inserta dentro de un proyecto más amplio de desarrollo deportivo y de ocio en Marruecos. Además del campo de fútbol, el plan incluye auditorios para conciertos, salas de conferencias y zonas comerciales que crearán cientos de empleos directos e indirectos. La expectativa es que la inversión genere un retorno económico sustancial durante la fase posterior al Mundial, gracias a la oferta de eventos internacionales.

Desde el punto de vista cultural, el estadio simboliza la madurez futbolística de Marruecos. Fue el primer país africano en clasificarse al Mundial mediante la ruta de clasificación regular en 1970, y desde entonces el fútbol se ha arraigado como parte esencial de la identidad nacional. El nuevo estadio pretende ser un monumento a esa historia, consolidando al Reino como una fuerza permanente dentro del panorama futbolístico global.

Competencia internacional y posibilidades reales

España, por su parte, apuesta por la remodelación del Santiago Bernabéu, mientras que el Camp Nou de Barcelona también está en la lista de posibles sedes de la final. La diferencia fundamental radica en la dimensión: el estadio marroquí superará al Bernabéu (90 000 plazas) y al Camp Nou (99 000) tanto en capacidad como en simbolismo cultural.

Los comités organizadores de la FIFA evaluarán varios criterios: capacidad, infraestructura de transporte, experiencia en gestión de eventos masivos y, por supuesto, la capacidad de ofrecer una puesta en escena memorable. En este contexto, el Gran Stade Hassan II presenta una propuesta difícil de ignorar, pues combina una cifra de asistencia sin precedentes con una arquitectura que destaca la herencia marroquí.

Si bien la decisión final aún está en manos de la FIFA, la construcción del estadio ya ha generado un impulso mediático que sitúa a Marruecos en el centro del debate futbolístico mundial. La apuesta no es sólo por un partido; es una declaración de intenciones que busca posicionar al país como referente de grandes eventos deportivos en el continente africano y más allá.

El futuro del Gran Stade Hassan II dependerá de su capacidad para terminar la obra a tiempo, de la fluidez del acceso para los millones de aficionados que se espera que acudan y, sobre todo, del reconocimiento de la FIFA de que la grandeza del escenario puede traducirse en una experiencia única para los jugadores y los espectadores.