Una columna de ceniza que oscureció el cielo de Indonesia
Lo que comenzó como una mañana cualquiera en la provincia de Nusa Tenggara Oriental se convirtió en pánico colectivo tras la erupción explosiva del Lewotobi Laki Laki en el sureste de Indonesia. El 18 de junio, el volcán lanzó al aire densas columnas de ceniza y gases que superaron los 10.000 metros de altura, literalmente doblando las altitudes a las que vuelan la mayoría de los aviones comerciales y dejando una estampa apocalíptica sobre la región.
La alerta máxima no se hizo esperar: las autoridades ampliaron el radio de exclusión a 8 kilómetros alrededor del cráter y pidieron la evacuación inmediata de las poblaciones más cercanas. Ciudades situadas a 150 kilómetros reportaron cielos grises y lluvia de ceniza, forzando el cierre de escuelas y el colapso de los servicios de transporte público. En pocas horas, más de 50 temblores sacudieron el interior del volcán, una cifra desproporcionada si se compara con los modestos 8 o 10 sismos diarios que representan su actividad habitual.

Riesgo constante y memoria reciente de tragedia
Nadie olvida que en noviembre de 2024 el mismo volcán acabó con la vida de nueve personas y dejó docenas de heridos tras otra fuerte explosión. En aquella ocasión, la ceniza y los flujos piroclásticos sepultaron aldeas enteras y provocaron caos en los equipos de rescate. Desde entonces, la gente vive con el temor permanente a nuevas erupciones, especialmente sabiendo que la montaña comparte espacio con su "volcán gemelo".
La erupción del 18 de junio no dejó víctimas, pero sí reinauguró el miedo: los expertos advirtieron del riesgo de lahars, esos ríos de fango y rocas incandescentes motivados por las intensas lluvias mezcladas con el material volcánico. El recuerdo de los desastres pasados activó a las comunidades locales, que en cuestión de horas habilitaron refugios y organizaron turnos para monitorear la situación. El gobierno movilizó a equipos de emergencia y distribuyó mascarillas, agua y víveres ante el avance de la ceniza, que apaga la luz solar y daña los pulmones.
Lewotobi Laki Laki no es un caso aislado. Indonesia, ubicada sobre el Cinturón de Fuego del Pacífico, concentra 120 volcanes activos y 270 millones de personas expuestas a erupciones, terremotos o tsunamis. En cada crisis, la logística de evacuación y la protección de las escuelas se pone a prueba: el volcán ha obligado otra vez a que familias enteras se trasladen de urgencia y reciban información constante a través de radios comunitarias y mensajes de texto oficiales.
Los expertos en vulcanología siguen midiendo los gases, la presión y los temblores bajo la superficie del Lewotobi, sabiendo que cualquier signo mínimo puede alterar el destino de miles. La ceniza ya afecta cultivos y ganadería en los alrededores, mientras las autoridades temen que una nueva lluvia intensa convierta la montaña en el origen de otro desastre natural. Por ahora, la vigilancia y la incertidumbre dominan la vida a los pies del volcán.
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